PABLO MAINETTI

Tango sin fronteras
Entrevista Pablo Mainetti. En su flamante “Partes de la suma”, el bandoneonista realiza una audaz exploración.


05.01.2012 | Por Sandra De La Fuente Especial Para Clarín
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Pablo Mainetti
Partes de la Suma, el último disco de Pablo Mainetti es la biografía de un músico intelectualmente curioso, abierto al mundo. Las evanescentes cuerdas de Fuga parisina , el expresionista comienzo de Raptos con el coloquial relato de Edgardo Cozarinsky, la atmósfera varèseana de Breaking Silence , y la sorprendente versión suizo alemana de Duelo criollo son las huellas de una diversidad ligada por el sonido del bandoneón y alguno acentos propios del tango. A contramano de la obsesión identitaria que caracteriza a los tangueros, la música de Mainetti aspira a cierta universalidad.

Aunque como intérprete seguramente saldó y superó las expectativas de sus maestros -algunos de los mejores instrumentistas del ramo como Binelli, Pane, Mederos y Marconi-, a Mainetti nunca le interesó acomodarse en el lugar al que el bandoneón naturalmente lo conducía. “Entre la práctica del Hanon y alguna milonga, Mederos me hizo conocer Noche transfigurada de Schönberg y El martillo sin dueño de Boulez. También en su casa vi escrito por primera vez un solo de Coltrane”, cuenta. “El dejaba las cosas cerca de uno, y si uno era medio curioso preguntaba, pedía y aprendía”.

Las clases de técnica instrumental dieron lugar a las de composición con Daniel Montes, Gustavo Beytelmann y el compositor de música electroacústica Francisco Kröpfl.

Tu obra para bandoneón y cuerdas fue fruto del trabajo con Beytelmann. Ahora que estudiás con Kröpfl, ¿pensás escribir alguna obra electroacústica? No lo sé. Por ahora lo que me gusta es poder escribir y que la electrónica potencie alguna idea y la desarrolle en otro lado. Pienso la electrónica como una herramienta que me permite ampliar la paleta de sonidos sin someter al intérprete a piruetas absurdas. Prefiero la forma “clásica” de tocar y dejar el resto a la electrónica. No estoy del todo dedicado a esto, pero la audición de obras de Kröpfl o Naón me sirve; las estudio con la esperanza de capitalizar algo. Escucho y vuelvo a escuchar. Y en ese sentido creo que el disco es la madre de todas las revoluciones musicales.

¿Por qué? Porque creo que la posibilidad de que el oyente vuelva a escuchar la obra le abrió una nueva perspectiva al compositor. Me parece que el músico del siglo no es una persona sino el soporte en sí, que es lo que ha permitido oír una y mil veces una obra. Eso hizo que las obras pudieran hacer su propio camino, sin morir en el deseo del compositor.

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